Una situación que va más allá de la anécdota y que habla de la responsabilidad de las autoridades dejó de manifiesto un estudio realizado por la Universidad de São Paulo (USP) en Brasil. Luego de tomar más de 30,000 muestras de hisopado nasal (PCR) entre jugadores de futbol de una liga regional, se determinó que la incidencia de COVID-19 fue más alta que, por ejemplo, la primera línea de la salud de ese país sudamericano.
De 4,269 jugadores a los que se les tomaron las pruebas en 2020, 11.7 por ciento resultó positivo.
Las muestras contemplan ocho torneos de la Federación Paulista de Fútbol (FPF), la liga responsable de organizar campeonatos oficiales en el estado –seis para hombres (Copa de São Paulo, Sub-23, Sub-20 y las tres divisiones del Campeonato de São Paulo) y dos para mujeres (Campeonato de São Paulo y Sub-17).
Bruno Gualano, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP) e investigador principal del estudio comentó los principales hallazgos.
“Es una tasa de ataque mucho más alta de lo que se ha visto en otros países. En Dinamarca, por ejemplo, solo cuatro de los 748 jugadores dieron positivo [0.5 por ciento]. La Bundesliga [en Alemania] encontró ocho casos entre 1,702 jugadores [0.6 por ciento]. Incluso en Qatar, donde hay un riesgo moderado de transmisión comunitaria, la tasa fue mucho más baja que la nuestra: 24 de 549 dieron positivo [4 por ciento]. En comparación con las otras tasas reportadas, nuestros jugadores fueron infectados entre tres y 24 veces más”, comentó el investigador.
Debido a las medidas de distanciamiento social implementadas en el estado de São Paulo en marzo de 2020, los partidos de fútbol fueron suspendidos temporalmente y se reanudaron el 14 de junio.
Lo que más recalcó el profesor Gualano es que la mayoría de los casos positivos no sufrieron grandes problemas médicos y no se observaron casos tan graves; la dificultad es que la alta actividad social de estos jugadores diseminó el virus en proporciones muy elevadas.
“Depende significativamente del sentido común de los jugadores, que están obligados a ir directamente a casa desde el centro de entrenamiento y mantener el distanciamiento social y las medidas no farmacológicas al descansar. Aquí en Brasil, sin embargo, una proporción considerable no sigue las reglas y no es penalizada en absoluto. Además, los jugadores y el personal viajan hacia y desde los partidos. Los clubes más pequeños viajan en autobús, comen en restaurantes y probablemente están más expuestos que los jugadores de élite. Nuestra desigualdad social también es cierta en el futbol”, comentó Gualano.
La solución, dice el profesor, es hacer una burbuja sanitaria como lo hace la NBA en Estados Unidos.