Catherine y Wayne King se tomaron en serio aquello de vivir “desconectados del mundo”. Y es que esta pareja se construyó ni más ni menos que su propia isla privada en una cala de la costa de Vancouver, Canadá, después de unos largos pero más que saludables 24 años de trabajo.
Cuando niño, Wayne construía casas en los árboles. Como adulto, puso todo su talento en vistas a un objetivo aún mayor. Wayne construyó toda la estructura flotante de 500 toneladas a mano, valiéndose fundamentalmente de un martillo y una sierra.
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Vista desde lo alto, la isla artificial parece un revoltijo de edificios rodeados por un mar de plantas. Los King tienen incluso su propia pista de baile, y un faro. Toda la isla está atada a la orilla, y sólo se puede acceder a ella por el agua.
Cuando se les pregunta si alguna vez sufren de mareos, Wayne responde que «no, pero cuando me salgo de aquí sufro de mal de tierra”. Esta pareja de artistas no fue nunca capaz de comprar bienes raíces, por lo que tuvieron que crearlos ellos mismos. Pronto descubrieron que la vida de subsistencia era una gran opción. Les permite tener todas sus necesidades básicas satisfechas, ser independientes, y además pueden seguir creando su arte.
Clayoquot Sound, el lugar en donde esta pareja estableció su paraíso flotante, cuenta con abundantes recursos naturales. En días de buen tiempo, Wayne se sube e su canoa y va a pescar. Cuando el agua está brava, o el tiempo no coopera, se contenta con pescar desde su sala a través de una ventana de pesca que tiene en el suelo.
Lejos del ajetreo y el bullicio de la vida urbana, la pareja ha prosperado en su entorno no convencional. Ellos no podrían imaginar, a estas alturas, vivir de otra manera. En lo que respecta a este estilo de vida, Catherine asegura sentirse “realizada por completo”. Wayne bromea: «Eso está muy bien, cariño. Estoy trabajando en ello”.