Un importante avance consiguió la NASA en asociación con la Universidad de Ohio, en materiales de alta temperatura imprimibles en 3D que podrían conducir a piezas más fuertes y duraderas para aviones y naves espaciales.
La nueva aleación se llama, GRX-810, y se detalla todo en un artículo revisado por pares publicado en la revista Nature.
«Esta superaleación tiene el potencial de mejorar dramáticamente la resistencia y la tenacidad de los componentes y piezas utilizados en la aviación y la exploración espacial», dijo el Dr. Tim Smith del Centro de Investigación Glenn de la NASA en Cleveland, autor principal del artículo de Nature. Smith y su colega de Glenn, Christopher Kantzos, inventaron GRX-810.
Smith y su equipo emplearon modelos informáticos que ahorraban tiempo, así como un proceso de impresión 3D láser que fusionaba metales, capa por capa, para crear la nueva aleación. Utilizaron este proceso para producir el logotipo de la NASA que se muestra arriba.
GRX-810 es una aleación reforzada con dispersión de óxido. En otras palabras, pequeñas partículas que contienen átomos de oxígeno repartidos por toda la aleación mejoran su resistencia. Tales aleaciones son excelentes candidatos para construir piezas aeroespaciales para aplicaciones de alta temperatura, como las que se encuentran dentro de motores de aviones y cohetes, porque pueden soportar condiciones más duras antes de alcanzar sus puntos de ruptura.
Las superaleaciones impresas en 3D actuales pueden soportar temperaturas de hasta 2,000 grados Fahrenheit. En comparación con ellos, GRX-810 es dos veces más fuerte, más de 1.000 veces más duradero y dos veces más resistente a la oxidación.
«Esta nueva aleación es un logro importante», dijo Dale Hopkins, subdirector del proyecto de Herramientas y Tecnologías de Transformación de la NASA. «En un futuro muy cercano, bien podría ser una de las patentes tecnológicas más exitosas que la NASA Glenn haya producido».
Un equipo de colaboradores de Glenn, el Centro de Investigación Ames de la NASA en Silicon Valley de California, el Centro Marshall de Vuelos Espaciales de la NASA en Huntsville, Alabama, y la Universidad Estatal de Ohio fueron coautores del artículo de Nature.