El nombre de Studio Ghibli suele ir precedido, casi de forma inseparable, del de Hayao Miyazaki, director de clásicos de la animación fantástica como El castillo en el cielo (1986), Mi vecino Totoro (1988), El viaje de Chihiro (2001) y El secreto de la sirenita (2008). Dado semejante historial, es fácil olvidar que el espacio cuenta con un repertorio de títulos, directores y temáticas que, para bien y para mal, ha sido un tanto opacado por su director estrella, incluso si el propio Miyazaki no ha sido ajeno a temáticas más oscuras, como con La princesa Mononoke (1997), o de carácter autoral, como la reciente ganadora a los Premios Óscar, El niño y la garza (2023).
Incluso en su faceta más aterrizada y “realista”, casi todas las películas de Studio Ghibli cuentan con algún elemento de fantasía. La otra cara de la moneda fue encarnada por su amigo y uno de los cofundadores de Ghibli, Isao Takahata. Este maestro de la animación, fallecido en 2018, fue tan formidable como Miyazaki, al grado de que se convirtió en uno de los pilares creativos del lugar. Tuvo también sus incursiones en la fantasía inspirada en el folklore japonés, con títulos como La guerra de los mapaches (1994) y El cuento de la princesa Kaguya (2013), su película final.
Con todo, la obra más notable de Takahata estaba más anclada en el realismo y el costumbrismo, como la comedia Mis vecinos los Yamada (1999). Una de sus mejores, Recuerdos del ayer (1991), sigue a una joven mujer en un viaje dual: de la ciudad al campo donde creció, mientras recuerda su infancia en aquel lugar. Sin embargo, su obra más conocida sería no solo la más realista y emocionalmente devastadora del estudio, sino una de las películas más conmovedoras jamás creadas sobre la guerra. Hablamos de La tumba de las luciérnagas (1988).
Una devastadora película sobre la Segunda Guerra Mundial
Si eres fanático de Studio Ghibli, es posible que, por lo menos, hayas escuchado hablar sobre La tumba de las luciérnagas. Y si ya la has visto, no podríamos culparte por pensar que no era una película del mismo estudio, a pesar de su dirección de arte tan identificable.
En tono, es una de las películas más radicalmente distintas de la casa de Totoro. Es marcadamente pesimista, lo que se debe a su material de origen: se basa en el cuento homónimo y semiautobiográfico del escritor Akiyuki Nosaka, sobre sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial.
La trama de La tumba de las luciérnagas se sitúa en la ciudad de Kobe, Japón, en 1954, clímax de la guerra del Pacífico. El joven Seita y su hermana pequeña Setsuko, ambos hijos de un piloto del ejército, llevan vidas relativamente tranquilas con su madre. Eso hasta que la guerra llega a casa y la pierden durante los bombardeos estadounidenses, mientras que el padre es dado por muerto en batalla.
Ahora, huérfanos y desamparados, son arrojados bruscamente a un mundo adulto y hostil, destrozado por el esfuerzo bélico del Japón imperial.
Si bien no es una película que caiga en el miserabilismo para hablar de la guerra, tampoco se toca el corazón para representar la compleja y dura realidad que vivió el pueblo japonés durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente sus niños huérfanos.
Si los finales felices o mínimamente complacientes son atípicos en la obra de Takahata, no podrían estar más lejos de suceder que en esta película, en la que la crueldad, la lluvia y el hambre son amenazas del día a día para los protagonistas. Se trata de uno de esos filmes que destrozan el prejuicio de que la animación es un medio para niños.
La gran ironía es que La tumba de las luciérnagas se estrenó en paralelo con Mi vecino Totoro, de Miyazaki, una producción profundamente esperanzadora sobre la infancia. A pesar de ser diametralmente opuestas, ambas consagraron al estudio como un gigante de la animación.
En todo caso, demuestran que de eso se trata la obra colectiva de Ghibli: en representar la experiencia humana en toda su riqueza y claroscuros.
¿Cuándo llega La tumba de las luciérnagas a Netflix?
Este clásico drama de guerra dirigido por Takahata era la única película en el catálogo de Ghibli que no estaba disponible en Netflix (ni en Max, que aloja las películas en territorios como Estados Unidos). El resto de la filmografía del estudio llegó al servicio años atrás, e incluso su más reciente, El niño y la garza, fue confirmada para la plataforma poco después de su estreno en cines.
Los derechos de distribución pertenecían a una compañía diferente. Según The Verge, no pertenecían a Ghibli, sino a Shinchosha, la editorial que publicó el cuento original de Nosaka.
La tumba de las luciérnagas arribará a Netflix el 16 de septiembre de 2024, para completar el repertorio de Studio Ghibli disponible en la plataforma.