Hay decenas de películas originales e infravaloradas de Netflix. No es casualidad: el mote de “gigante del streaming” no solo viene de su liderazgo del mercado, sino de un enorme catálogo que, cada semana, agrega decenas de títulos.
Muchas de estas producciones no recibieron premios ni mucho reconocimiento más allá de su paso por festivales, en algunos casos. Pero eso no quiere decir que no sean grandes joyas que merecen mayor atención.
Shirkers: la película perdida (2018)
Una de las mejores películas sobre una película que hay en Netflix. En palabras de la directora Sandi Tan, es a la vez un recuento y un exorcismo.
El documental narra la historia de la creación, misteriosa desaparición y aún más extraña reaparición de la película homónima, posiblemente la primera producción indie de Singapur que Tan, una amiga y un mentor norteamericano filmaron juntos durante los 90.
Contada con un estilo visual dinámico y cautivador, Shirkers es una historia de sueños frustrados y traiciones, que deja con ganas de saber qué hubiera sido si la película original hubiera sido terminada. El documental fue premiado en el Festival de Sundance de 2018.
Rapera a los 40 (2021)
Otro título premiado en Sundance que, más allá de cierta atención en premiaciones como la del Sindicato de Directores o los Premios Spirit del cine independiente, no recibió demasiada atención. Sin embargo, Rapera a los 40 es, de lejos, una de las mejores películas infravaloradas de Netflix.
Dirigida, escrita con tintes autobiográficos y protagonizada por la directora de teatro Radha Blank, la película trata sobre una directora teatral, cuya carrera se ha estancado. Nombrada como una de las jóvenes promesas del teatro neoyorquino en su juventud, ahora es una maestra que decide dar un giro cuando una alumna le hace ver que su vida no es lo que quería para sí misma. Así, decide convertirse en rapera de la noche a la mañana.
Rapera a los 40 es una excelente historia sobre las frustraciones de la vida artística, sobre todo para mujeres mayores de 40 años y de origen afroamericano, en un mundo dominado por las visiones arcaicas de viejos hombres blancos que dan pocas oportunidades a creadoras como ella.
Perdí mi cuerpo (2019)
Con un repertorio de excelentes películas animadas que contiene a Pinocho de Guillermo del Toro o la popular La familia Mitchell vs. las máquinas, es fácil olvidar otras propuestas del mundo de la animación.
Anclada con firmeza en el surrealismo, el filme sigue a una mano amputada que cobra vida para atravesar París y encontrar su camino de vuelta al cuerpo del que fue separada en un accidente. Mientras tanto, en flashbacks, se conoce la historia de ese cuerpo: Naoufel, un chico que, con un pasado difícil, comenzaba a encontrar el rumbo de su vida.
Perdí mi cuerpo es, en esencia, una metáfora sobre aprender a hallar propósito en la vida a través del amor en el pasado y en el presente, a pesar de la pérdida y las dificultades. La película fue nominada como mejor largometraje de animación en los Premios Óscar, pero perdió contra Toy Story 4.
Circus of Books (2020)
Este documental, estrenado en el Festival de Cine de Tribeca, es varias cosas a la vez. Por un lado, es una cápsula del tiempo para un curioso lugar y periodo de la historia de la comunidad LGBTQIA+ en los Estados Unidos.
Se trata de Circus of Books, una librería que vendía una variedad de títulos que iban desde autores de la comunidad hasta biblias y ciencia ficción, además de juguetes sexuales y pornografía gay durante el auge del VHS.
El documental es dirigido por Rachel Mason, artista y cineasta que es, además, la hija de los propietarios de la tienda, Barry y Karen Mason. A través de entrevistas y material de archivo, analiza el impacto de Circus of Books para la comunidad LGBTQIA+, pero también en su vida familiar y en su visión del mundo mientras crecía.
Claroscuro (2021)
Nominado al premio del Sindicato de Actores, a los Globos de Oro, los Gotham y al BAFTA, el largometraje debut como directora de la actriz Rebecca Hall (El profesor Marston) se basa en la novela Passing, de Nella Larsen. Su título viene de la práctica de hacerse pasar o ser percibido como parte de un grupo racial distinto, muy acostumbrada por afroamericanos para hacerse pasar por blancos tan recientemente como en el siglo XX.
La historia de Claroscuro se sitúa en la década de los 20 del siglo pasado y comienza cuando Irene (Tessa Thompson), una mujer negra de piel clara, se reencuentra con su amiga de la infancia, Clare (Ruth Negga). Solo que esta última se hace pasar por blanca y está casada con John (Alexander Skarsgård), un médico blanco, adinerado y abiertamente racista.
Con una perspicaz fotografía en blanco y negro que exalta no sólo los contrastes físicos, sino también las experiencias sociales y culturales de sus protagonistas, Claroscuro es una de las mejores películas infravaloradas de Netflix por su agudo análisis de las actitudes raciales de los Estados Unidos.