El crítico de cine de Digital Trends en inglés, A.A. Dowd , escribe sobre uno de los clásicos de terror más valorados de la historia: La Masacre de Texas.
A principios de esta semana, Variety publicó una lista de las 100 mejores películas de terror de la historia. Sentada en la parte superior, como un cadáver exhumado supurando bajo el brillante sol del mediodía, estaba La masacre de Texas. Esta no fue una elección controvertida por parte de la publicación, no en el año de nuestro impío señor de las tinieblas 2024. El desquiciado thriller de Tobe Hooper, que llegó a los cines hace 50 años, ha ido aumentando en la estima de la crítica durante décadas, y su reputación como una película verdaderamente grandiosa, en lugar de simplemente una profundamente perturbadora y efectiva, se ha cimentado constantemente durante el último medio siglo. Time, en otras palabras, ha sido muy amable con un acto salvaje y escandaloso de explotación grindhouse que alguna vez se consideró tan impactante que fue prohibido en varios países. La máquina de indignación de ayer se ha convertido en el clásico de hoy.
Por mucho que la película merezca cada gota de reconocimiento que se ha ganado cada vez más, sigue siendo un poco inusual ver La masacre de Texas canonizada por los principales árbitros del gusto. Las siguientes dos películas en la lista de Variety, El exorcista y Psicosis, han luchado más comúnmente por el título nebuloso del pináculo del terror. Ambas películas fueron bastante impactantes y controvertidas en su tiempo, por supuesto. Pero como la mayoría de los blanqueadores históricos de cabello y nudillos, han perdido un poco de su poder transgresor a lo largo de las décadas posteriores, a medida que evoluciona el estándar de lo que se mete debajo de la piel del cinéfilo promedio. En términos generales, no traumatizan como solían hacerlo. Son más seguras, lo que, en cierto sentido, las hace más fáciles de consagrar como las Mona Lisas de su pasillo de videoclubes.
La masacre de Texas es diferente. Esta no es una película segura. Aunque ahora es ampliamente reconocida como una obra maestra, no es algo que se aprecie desde una distancia respetuosa, admirando sus cualidades históricas como un antropólogo de artefactos de películas de serie B. Es una experiencia, que no se ve disminuida por todo lo que ha venido después. La inmediatez primigenia del logro de Hooper, la intensidad demente de su asalto a los sentidos de 83 minutos, no ha disminuido. La Masacre de la Motosierra de Texas todavía te arruinará. Si no es así, es posible que en realidad haya algo raro en ti.
John Larroquette proporciona la narración falsa de un crimen real de la escena inicial, una introducción secamente ominosa que enmarca los eventos que se avecinan como recreaciones de crímenes reales e indescriptibles, que la exitosa campaña de marketing explotó. Esta no es una historia real en ningún sentido literal, aunque Hooper basó parte de la violencia en el caos real del asesino en serie Ed Gein. En un sentido mucho más general, pocas películas se han sentido más en contacto con la locura de la cultura estadounidense, el mal que acecha en el corazón de nuestro país y sus rincones olvidados.
Parte de lo que sigue siendo tan desconcertante de la película, cinco décadas después, es cómo parece estar a caballo entre un realismo duro, desaliñado, casi documental, y algo más alucinatorio. Incluso cuando Hooper nos frota las narices con pruebas forenses (vislumbres retrospectivos del horror que se avecina, un dispositivo retorcido para desencadenar nuestro temor temprano), también comienza a tirar de la tela de la realidad que está estableciendo, borrando las imágenes, ahogando el audio con música atonal y monótona. Es como si la locura del clan Sawyer ya estuviera contaminando el estilo de la película, minutos antes de que hayamos conocido a uno solo de ellos.
Al volver a ver la película, es sorprendente lo mucho que su acto de apertura funciona como una larga premonición de la fatalidad. Una y otra vez, Hooper parece erigir un letrero existencial de «Regresa ahora», dando a su camioneta de desafortunados urbanitas numerosas advertencias de que algo horrible espera en el camino que están atravesando. Demonios, uno de los abominables asesinos intenta advertirles, a su manera, en una escena de una gasolinera que se convertiría en un cliché de las películas slasher de la década de 1980 que Texas Chain Saw ayudó a inspirar. El primer tramo de la película está plagado de malos augurios: atropellos, informes de violencia en la radio, el rugido de lo que podría ser una motosierra en la distancia. Incluso el horóscopo diario parece estar radiante en una alerta roja del universo: «Hay momentos en los que no podemos creer que lo que está sucediendo sea realmente cierto», lee en voz alta uno de los niños. Comprenderá el significado de esas palabras cuando se cuelgue de un gancho de carne más tarde en la tarde.
Mucho se ha escrito a lo largo de los años sobre la icónica primera aparición de Leatherface, ese momento en el que tropieza con una puerta sin preludio ni fanfarria, y marca a alguien muerto con un martillo, antes de cerrar la puerta de metal detrás de él. Sucede tan rápido que casi puedes pasarlo por alto. Es como la escena de «Vamos a necesitar un barco más grande» en Tiburón, el fenómeno de los multicines que se estrenó un año después: un susto tan inesperado y tan fuera de ritmo, un momento que no puedes anticipar, que altera tu sensación de seguridad. Casi medio siglo antes, Boris Karloff obtuvo una entrada estelar como el monstruo de Frankenstein, girándose lentamente para mirar a la cámara y revelar su horrible rostro. La Masacre de Texas parecía anunciar una nueva era aterradora de locura repentina, cuando el monstruo simplemente aparece en nuestra línea de visión, demasiado obsceno para una presentación formal.
La escena casi se reproduce como si se hubiera abierto un agujero en el tejido del tiempo y el espacio, depositando algo horrible y más allá de la razón. ¿Quién en su sano juicio pensó que necesitábamos una historia de origen (¡no, dos!) para este bruto? Leatherface es mucho más aterrador como un mal que de repente está ahí. Ni una sola de las secuelas, precuelas y remakes es esencial. Todos nos dan más de lo que necesitamos de este horrible lugar, estos monstruos incognoscibles. Tratan de introducir la psicología en el asunto, cuando los Sawyers, emblemas sedientos de sangre de la desorganización estadounidense, existen más allá del alcance del diagnóstico. La masacre de Texas es una cosa completa. Continuar lo que pasa por su historia es inútil, porque su poder no se puede replicar. Hooper pareció darse cuenta de eso, y tomó su propia secuela exagerada, la mejor, en la única dirección que tenía sentido: la comedia negra.
Toda la mitología sobre la que se basarían esas secuelas, en su mayoría terribles, está en gran medida implícita en el original. Nadie identifica a los Sawyer como caníbales; Sin embargo, un par de primeros planos ominosos de carne cocinada en la parada de barbacoa lo dicen todo, ¿no? Eso también se aplica a la política de la película. La masacre de Texas es una de las películas más fulminantes y resonantes jamás realizadas sobre el espíritu violento de Estados Unidos, pero no hace el trabajo interpretativo por ti, como lo hacen tantos programas de terror modernos celebrados en festivales. Hay un mundo de significado sociopolítico en la revelación de una sola línea de que los Sawyers solían ser trabajadores de fábrica antes de que la automatización los pusiera a pastar. Los censores británicos ciertamente entendieron el mensaje, advirtiendo que la película podría inspirar algo en la clase trabajadora. Claro. Pero no se puede decir que esto no sea una película política. Simplemente mantiene sus ideas envueltas en una lógica de pesadilla.
Otra cosa que es fácil olvidar, si no has visto La masacre de Texas en un tiempo, es lo elegante que es, especialmente para una película hecha con un presupuesto reducido y con objetivos tan salvajes y sin pretensiones. El ambiente de matadero de la película ocupa un lugar importante en la imaginación, pero no hay nada sin arte en cómo se arma; podías ir plano por plano a través de Chain Saw Massacre, como Roger Ebert solía hacer con Ciudadano Kane y otros hitos del cine de autor en las salas de conferencias, y encontrar algo que admirar después de cada corte. Es una película cuidadosamente ensamblada de manera brillante, tal vez el mejor ejemplo de cómo las mejores películas de terror trabajan tus nervios con el cómo y el qué de su oscura visión.
Es en la última media hora que la película comienza a sentirse realmente mal, como algo que no deberías estar viendo, como algo que cortocircuita esa vieja lógica de «es solo una película» que usamos para pasar por un trineo difícil. No es la violencia, que nunca llega a ser tan explícita (hasta el punto en que Hooper razonó hilarantemente que podría ser capaz de asegurar una clasificación PG para la película, ¿te imaginas?). Es la forma en que The Texas Chain Saw Massacre se convierte en una emoción pura y primaria, mientras Sally corre, grita y suplica por lo que se siente como una eternidad agotadora, todo mientras sus torturadores se ríen bufonescamente como jugadores de Hee Haw.
En el panteón de las scream queens, está Marilyn Burns y luego están todos los demás. Nadie ha parecido tan creíblemente destruido por el terror como ella lo hace aquí. La película dura menos de una hora y media, pero esa escena de la mesa de la cena -todos los ojos saltones en un primer plano extremo, todas payasadas cerca de la muerte- parece durar para siempre. Esto se debe a que Hooper nos ha encerrado en el crisol de Sally y ha ofrecido una visión de la locura que se siente más real de lo que ofrecen las películas. Es difícil pensar, también, en un final más icónico para una película de terror: ese ballet frustrado a la luz del día, Sally riendo histéricamente con un alivio que te dice que nunca volverá a estar bien, un corte abrupto a los créditos que nos niega el consuelo de un desenlace.
Sí, el miedo es subjetivo: el combustible de la fobia de una persona es la pastilla para dormir de otra, bla, bla, bla. Es posible que tengas tu propia elección personal e idiosincrásica para la película de miedo más aterradora de la historia. (Para este escritor, ningún momento en el cine es más irracionalmente petrificante que la escena del restaurante Winkie’s en Mulholland Drive, que ni siquiera es una película de terror según la definición más estricta). Pero si hablamos de poder de consenso para desestabilizar, todavía no hay nada como La masacre de Texas. Simplemente no funciona como una película normal. Se siente inherentemente tocado por la muerte desde sus primeros fotogramas. Y finalmente se convierte en una locura más allá de la trama o el suspenso: una inmersión total en el pánico y el miedo cegadores. Es posible que ninguna película se haya sentido más como una pesadilla. Te despiertas, pero sigue ahí, girando como Leatherface en tu cabeza.
The Texas Chain Saw Massacre se transmite actualmente en Peacock, Tubi, Plex y otros servicios de transmisión. Para obtener más información sobre los escritos de A.A. Dowd, visite su página de Autoría.
