En 1975, Sony presentó su revolucionario Betamax, dispositivo que permitía grabar programas de televisión mientras el usuario veía otro canal al mismo tiempo.
Así, este reproductor de video doméstico les permitía a las personas grabar sus espectáculos favoritos y verlos posteriormente, lo que generó una buena recepción entre los compradores.
No ocurrió lo mismo con algunas grandes compañías. Universal Studios y Disney vieron con malos ojos el éxito que estaban alcanzando las cintas beta, por lo menos al interior de los hogares.
Ellos estimaron que el reproductor de video podría abrir la puerta a la piratería, por lo que ambas empresas consideraron que se estaba infringiendo los derechos de emisión de películas y contenidos en la televisión.
La discusión alcanzó una nueva etapa en 1976, cuando las dos firmas interpusieron una demanda contra Sony por infracciones de copyright.
Sin embargo, en aquel entonces, el Tribunal del Distrito de California falló a favor de Sony. Las demandantes apelaron y el caso llegó al Tribunal Supremo.
Aquella instancia también falló a favor de la empresa japonesa, ya que el tribunal consideró legal que los usuarios pudieran grabar sus programas de televisión. Además, los jueces afirmaron que Sony no era responsable del uso que sus clientes podían darle a sus aparatos.
También ayudó el hecho de que ni Universal ni Disney pudieron demostrar que el uso principal del video estaba dirigido a la piratería.
Luego de varios años de lucha en los tribunales, el caso finalizó definitivamente el 17 de enero de 1984.
Ganó el cine
Cuando comenzaron a aparecer los grabadores y reproductores, muchas compañías anticiparon el fin de la industria del cine.
Imaginaron un escenario catastrófico, en el que las personas podían ver una y otra vez las películas que pasaba la televisión o los programas, saltándose los avisos publicitarios.
También creyeron que los espectadores dejarían de ir al cine, ya que podían mirar las películas las veces que quisieran en la comodidad de sus hogares. Y en eso se basaba parte del reclamo de Universal y Disney.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. La popularización del video doméstico significó un tremendo empuje para la industria del cine.
Las personas volvieron a encantarse con las películas y las salas de cine pronto estuvieron repletas.
Esto tiene sentido, porque si bien los usuarios podían ver las producciones en sus casas, estas eran clásicas o antiguas; por lo tanto, si querían mirar las que habían sido recientemente estrenadas, debían ir necesariamente al cine y eso volvió a impulsar la industria.
Lo curioso de esta polémica es que al final el cine salió más fortalecido que Sony y su Betamax, pese a que las compañías habían pronosticado la muerte de la industria cinematográfica.