El ciberespacio se ha convertido en el escenario de las guerras modernas. Cada vez y con más frecuencia se escuchan acusaciones cruzadas de espionaje y apoyo a organizaciones de hackers entre Estados Unidos y Rusia. En el centro de este campo de batalla virtual está Eugene Kaspersky, el informático ruso creador del famoso antivirus que lleva su apellido.
Kaspersky Lab, la compañía fundada por el ruso en 1997, ha sido acusada de facilitar el espionaje del Kremlin a agencias de seguridad de Estados Unidos. Como contrapartida, tiene a su haber importantes logros en la lucha contra los ciberdelincuentes. El más reciente: identificar a la organización rusa detrás del ataque SolarWinds que afectó a Microsoft a finales de 2020.
Un arranque fortuito
Yevgeny Kaspersky —occidentalizado como Eugene Kaspersky— nació el 4 de octubre de 1965 en Novorosíisk, uno de los principales puertos rusos del mar Negro. En 1987 se graduó de ingeniería matemática y criptografía, donde adquirió conocimientos clave en lo que sería la futura compañía de seguridad informática.
Pero no estudió en cualquier parte, sino que en la Facultad Técnica de la Escuela Superior de la KGB, el controvertido servicio de inteligencia de la antigua Unión Soviética, uno de los principales motivos por los que Occidente dice que mantiene nexos con el Kremlin.
Los orígenes de Kaspersky Lab fueron casi accidentales. En 1989, mientras trabajaba en el Ministerio de Defensa soviético, su computadora se infectó con el virus Cascade. Gracias a sus conocimientos en criptografía pudo desarrollar una herramienta para eliminarlo. A partir de ahí, comenzó a analizar y desarrollar módulos contra otras amenazas, lo que dio vida a una colección que se convertiría en la base de datos de Kaspersky.
¿Héroe o villano?
Desde la fundación de su compañía, Kaspersky ha destinado importantes esfuerzos en demostrar que, más allá de que se trata de uno de sus principales clientes, no tiene lazos con el Gobierno ruso, ni facilita sus herramientas de espionaje.
Claro, en un contexto de guerra fría cibernética las suspicacias de Estados Unidos podrían parecer legítimas, más cuando en 2017 la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) vinculara a la compañía con el servicio de inteligencia ruso.
“Como empresa privada, Kaspersky Lab no tiene vínculos con ningún gobierno, y la empresa nunca ha ayudado, ni ayudará, a ningún gobierno del mundo con sus esfuerzos de ciberespionaje”, replicó la compañía.
Aunque no hubo evidencia sobre un eventual espionaje –de hecho, se habría tratado de un análisis de rutina similar al que tienen todas las aplicaciones antivirus–, Estados Unidos prohibió a todas las agencias federales comprar productos de Kaspersky en septiembre de 2019. Como se trata de una restricción federal, los privados aún pueden comprarlo.
Además, fue uno de los oligarcas rusos nombrados en la ley de lucha contra los adversarios estadounidenses mediante sanciones, conocida como CAATSA, promulgada por el expresidente Donald Trump en 2017.
Por contrapartida, Kaspersky se ha transformado en uno de los mayores enemigos de los ciberterroristas, tanto rusos como estadounidenses. De hecho, su compañía creó GReAT, un equipo especializado que colabora con empresas y gobiernos para investigar las amenazas en seguridad informática.
En ese marco, ha tenido una serie de hitos en la lucha contra el ciberterrorismo: descubrió a los piratas informáticos Carbanak, que robaban dinero de los bancos; expuso a Equation Group, un grupo de hackers que estaría vinculado a la NSA, y en 2020 identificó a los rusos de APT29 o Cozy Bear como los responsables del ataque de SolarWinds, que afectó a Microsoft y otras compañías.
Por ahora, la compañía mantiene su prohibición en Estados Unidos, mientras que Kaspersky ha trasladado la mayoría de sus operaciones a Suiza y España y continúa adelante con su iniciativa Global de Transparencia, en un intento por desprenderse de sus supuestos nexos con Rusia.