La paciente sufre desde 1996 de una enfermedad neurodegenerativa, que ataca directamente a las neuronas del cerebelo (la zona del cerebro que controla la coordinación de los músculos y el equilibrio), progresivamente perdió el control motor en su cuerpo hasta quedar paralizada desde el cuello hasta los pies.
Tras casi 10 años sin poder moverse, en 2012 fue seleccionada para participar en una investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg y donde recientemente le implantaron en el cerebro, dos pequeños “microchips” con 96 electrodos que conducen las pequeñas corrientes eléctricas de sus pensamientos a una computadora (Brain Computer Interface), que a su vez las interpreta y hace mover el brazo biónico.
Con la ayuda del brazo robótico, que Jan bautizó como “Hector,” puede autolimentarse por primera vez en los últimos ocho años.
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