En tiempos de amenazas terroristas las fuerzas de seguridad de diversos países están cada vez más preocupados por la popularidad y el potencial poder de los drones para un uso nefasto. Sin ir más lejos, el pasado 26 de enero, un dron piloteado por un trabajador postal cayó accidentalmente en los jardines de la Casa Blanca y el Servicio Secreto fue obligado a poner inmediatamente en práctica un mecanismo de defensa que consiste en interferir las señales de control y transmisión de video de cualquier drone que se acerque al edificio y pueda poner en peligro la vida del Presidente Obama.
En Japón, el problema se abordó más seriamente unos días después de que un vehículo no tripulado que llevaba una pequeña cantidad de material radiactivo aterrizó en el techo de la oficina del primer ministro. Las autoridades niponas, al igual que nuestras autoridades, además de prohibir los vuelos de los aviones no tripulados dentro de áreas sensibles, tales como carreteras, aeropuertos y estadios deportivos, crearon una nueva unidad de policía que utilizará grandes drones interceptores de 6 rotores y provistos de una red de 10×7 pies para capturar los aparatos sospechosos.
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Las primeras unidades ya fueron puestas a prueba por el Departamento de la Policía Metropolitana (MPD) de Tokio, a cargo de la seguridad y protección de sus 38 millones de habitantes, un sinnúmero de rascacielos y la sede del gobierno japonés como el Palacio Imperial, el edificio del parlamento y la oficina del Primer Ministro.
Japón y Estados Unidos no son los únicos que buscan soluciones para reducir las potenciales amenazas terroristas. Francia ha introducido recientemente un drone que le permite encontrar al piloto del vehículo sospechoso en un radio de 2,100 pies (700 metros), identificar al propietario y enviar su ficha policial a las autoridades de la zona en menos de un minuto.