“El último trabajo en la tierra” es un video de tres minutos de duración que publicó el sitio web del periódico inglés The Guardian. El breve film imagina un mundo (en un futuro no muy lejano) donde todo, TODO está automatizado. Ya no hay trabajos para los seres humanos, todo lo hacen los robots.
Alice, el personaje principal del cortometraje, se despierta en su ultra moderno departamento para comenzar un día normal de trabajo. Las persianas se levantan automáticamente, sincronizadas con la alarma del despertador, permitiendo que la luz de la mañana entre por la enorme ventana de su habitación.
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Luego de lavarse los dientes, coloca su cepillo en un mini-laboratorio de ultimísima generación que analiza el contenido de su saliva. Malas noticias. Algo no está bien. La computadora central de la casa detecta un potencial de enfermedad y le agenda una cita con el médico para esa mismo día.
Así comienza el día de Alice y el video creado con la ayuda de la Fundación DOEN, una institución de origen holandés que apoya, entre otras cosas, iniciativas que promueven economías sustentables e inclusivas.
El video refiere implícitamente al estudio económico de los investigadores Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne publicado en 2013. En él, los economistas predicen que, para el año 2050, la mitad de los trabajos actuales en Estados Unidos serán realizados por computadoras y robots.
Según el estudio, las ocupaciones que más se verían afectadas por el avance de la tecnología son aquellas relacionadas a los sectores de servicio, construcción y ventas. En contraposición, las ocupaciones con menor riesgo de ser computarizadas serían las relacionadas a la educación (profesores, maestros, etc.), atención médica (enfermeros, médicos) y medios de comunicación.
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Pero como dice Paul Mason en el artículo de The Guardian, “El mundo automatizado es posible, pero habrá cambios radicales en la estructura de la sociedad”. Es difícil pensar que nada cambiará cuando la mitad de la población ya no necesite trabajar. Para combatir esta falta de trabajo, Suecia, por ejemplo, ha reducido la jornada de trabajo a seis horas de duración.
Lo cierto es que un mundo sin trabajos no es algo tan negativo como suena. Los seres humanos tendríamos más tiempo libre para pasar con nuestros seres queridos, para practicar deportes, para viajar, para hacer las cosas que nos apasionan —mientras los robots y las computadoras hacen el trabajo duro sin sufrirlo. Al menos, esto es lo que pensaba Keynes.