En un mundo dominado por los teléfonos inteligentes y la conexión constante, un fenómeno inesperado ha comenzado a tomar fuerza: el regreso de los “teléfonos tontos” (dumbphones). Para sorpresa de muchos, cada vez más jóvenes de la generación Z están dejando sus sofisticados dispositivos en favor de modelos más simples. Pero, ¿por qué alguien querría cambiar un smartphone de última generación por un teléfono básico? Esta elección no es un simple guiño a la nostalgia. La respuesta es una necesidad de desconexión, en especial frente a los efectos negativos del uso excesivo de la tecnología y su relación con la salud mental.
La preocupación por el tiempo en pantalla
La principal razón detrás de este cambio es la preocupación por la cantidad de tiempo que se pasa frente a las pantallas. Actualmente, la persona promedio pasa varias horas al día en su teléfono, muchas veces sin siquiera darse cuenta. No solo se trata del tiempo que se pierde navegando por redes sociales, sino de lo que este hábito le hace a nuestro cerebro.
Diversos estudios, como uno de la Universidad de Harvard, sugieren que el uso constante de redes sociales activa las mismas áreas del cerebro que las sustancias adictivas. Esta relación entre el uso intensivo de redes y los problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, es especialmente evidente entre los adolescentes y los jóvenes adultos.
La constante presión de las notificaciones, la búsqueda de validación social y la necesidad de mostrar una versión idealizada de uno mismo en línea, crean un entorno que puede ser altamente estresante. Esto genera un fenómeno conocido como “comparar y desesperarse”, donde las personas comparan sus vidas con las versiones editadas de las vidas de los demás en las redes sociales, lo que puede alimentar sentimientos de insuficiencia y una realidad distorsionada.
La Generación Z y la tendencia de los teléfonos tontos
La generación Z, que ha crecido en un entorno completamente digital, es la más afectada por los problemas derivados del uso excesivo de tecnología. Según una encuesta de ExpressVPN, el 46% de los jóvenes de esta generación ya toman medidas para reducir su tiempo frente a las pantallas. Algunos optan por aplicaciones que limitan el uso de redes sociales, mientras que otros han tomado decisiones más drásticas, como reemplazar sus smartphones por teléfonos más simples.
Un caso es el de Luke Martin, un joven de 16 años de Canadá. En una entrevista con la BBC, explicó que cambió su smartphone por un teléfono básico que solo permite enviar mensajes, realizar llamadas y usar mapas. “Mis amigos usan sus teléfonos cuatro o cinco horas al día, y yo solía hacer lo mismo. Ahora, el mío solo lo uso 20 minutos al día”, comentó. Este cambio muestra cómo los teléfonos tontos pueden reducir significativamente el tiempo invertido en actividades que, a menudo, son una fuente de distracción y estrés.
El auge de los teléfonos tontos más allá de la generación Z
Este movimiento no es exclusivo de los jóvenes, sino que se está expandiendo como un fenómeno social. Las ventas de estos dispositivos, que generalmente no tienen acceso a internet ni aplicaciones, han aumentado en Norteamérica. Un ejemplo es Dumbwireless, una tienda en Los Ángeles que vende estos teléfonos a padres que buscan dar a sus hijos una forma de comunicarse sin las distracciones del mundo digital.
Lizzy Broughton, quien compró un teléfono “flip” para sí misma, compartió que este cambio no solo mejoró sus propios hábitos tecnológicos, sino que también influyó positivamente en la relación con su hijo. “Paso mucho más tiempo de calidad con mi hijo”, afirmó en una entrevista con la BBC.
Sin embargo, cambiar a un teléfono básico no siempre es fácil. Muchas escuelas y universidades requieren el uso de aplicaciones, lo que puede causar dificultades para los estudiantes. Además, algunos jóvenes pueden sentirse excluidos si sus amigos tienen smartphones más avanzados. Broughton sugiere que es necesario un esfuerzo comunitario para que esta tendencia crezca. “Es cuestión de que los padres se pongan de acuerdo para hacer las cosas de forma diferente”, concluye.
Un cambio global
A nivel mundial, los teléfonos tontos son más comunes en regiones como el Medio Oriente, África e India, donde los smartphones aún no son tan accesibles debido a factores socioeconómicos. Sin embargo, en América del Norte, el creciente interés por los efectos negativos de la tecnología está impulsando el resurgimiento de estos dispositivos.
Empresas como Punkt y Light lideran esta tendencia, diseñando productos que priorizan la intencionalidad sobre la conectividad. Un ejemplo es el Light Phone, que no es un “teléfono tonto” en el sentido tradicional, sino un “teléfono minimalista premium” que alienta a los usuarios a ser más conscientes sobre el uso de la tecnología.
Joe Hollier, cofundador de Light, lo explica así: “Con el Light Phone no intentamos crear un teléfono tonto, sino un teléfono más intencional”. La idea es elegir de manera consciente cuándo y cómo usar la tecnología, en lugar de caer en el hábito constante de revisar el dispositivo.
Por su parte, Chris Kaspar, fundador de Techless y creador del «Wisephone II», señala que su objetivo es diseñar un teléfono “intencionalmente aburrido”, con un enfoque minimalista para evitar el desplazamiento sin sentido.
Teléfonos tontos: un reajuste cultural
La popularidad de los teléfonos tontos no solo representa un retroceso tecnológico, sino un cambio cultural. Cada vez más personas están revaluando su relación con la tecnología, buscando recuperar el control y la calma en un mundo hiperconectado.
Para muchos jóvenes de la generación Z, estos dispositivos son una herramienta para reducir los efectos negativos del uso excesivo de tecnología. Como Luke Martin, quien dice: “A mis compañeros les parece raro, pero a estas alturas, ya no me importa porque me ha ayudado mucho”. Aunque no es una tendencia masiva, este cambio refleja una nueva forma de percibir la tecnología y su impacto. Con la generación Z a la cabeza, más personas podrían sumarse a este movimiento en el futuro.